Me he resistido todo cuanto he podido a escribir esto, pero
ya no puedo más. Estoy abrumado por la muerte este año de personas demasiado
cercanas. Muy cercanas o que, aún sin haberlas
conocido, me han dejado huella. Familiares que estuvieron siempre allí;
dibujantes como Kalikatres, Muntañola y Moebius; artistas con
los que he colaborado (el arquitecto Manuel de Solà-Morales, el músico Enrique
Sierra); el padre de una amiga muy cercana; Kristiina
Kolehmainen, de la comicteca de Estocolmo; mi editor, Josep María Berenguer. Y ahora, el mismo día, Leo Sáiz
y El Persa.
Leo Sáiz, de la quinta del 56 como yo, fundador de Tótem, la
primera librería de cómics palmesana, amigo y compañero de correrías
noctámbulas en la Palma de los 80 y editor en los 90 de los números 2, 3 y 4 de
NSLM… Y José Cardona, “
El Persa”, un dibujante (y
mucho más que eso) a quien nunca conocí en persona, pero con quien mantuve fluida correspondencia durante
un tiempo, y del que publicamos trabajos en los NSLM #3 y #6/7. Anónimo autor de un alucinante folleto publicitario que nos volvió locos a
todos en el Víbora cuando llegó a principios de los 80, el de la "mascarilla masticadora Löwerbrau
" (me he acordado mucho de Berenguer a cuenta de eso), y
cuyo
obituario hoy en El País, por Manuel Peris, termina diciendo “
Murió en la
más absoluta pobreza”. Para echarse a llorar.
Y para los que no creemos en una vida más allá de ésta, el
único consuelo que nos queda es creer en lo que ellos (al menos
los que conocí en persona) creían: celebrar cada día lo que sucede en cada
momento: la vida siempre incierta. Y ahora, en ella, el recuerdo que nos
han dejado.