El otro genio tutelar de mi libro es Joan Miró. Estuve estudiando su vida y su obra con vistas a un proyecto de encargo que finalmente fue cancelado. En la magnífica biografía del artista que ha escrito Josep Massot (El niño que hablaba con los árboles, Galaxia Gutenberg, 2018) hallé una frase que me impactó. Es la respuesta de la madre de Miró, Dolors Ferrà, a alguien que le preguntaba cómo eran los cuadros de su hijo: "El meu fill pinta meteors".
Y yo estaba intentando dibujar precisamente un meteoro: el viento.
Los pájaros, por cierto, abundan también en la obra de Miró. Yo encontré en la grajilla (Corvus monedula), el pájaro ideal para mi historia, porque es una de esas aves que de lejos se ven negras como tinta.
Joan Miró aparece en el paratexto de contraportada de Fiuuu & Graac con uno de sus más famosos exabruptos. Miró sorprendía a sus compañeros surrealistas por su aspecto de burgués pulcro (nadie más lejos de la imagen bohemia del artista que él), y por su carácter retraído, afable y pacífico. Sin embargo a veces explotaba y profería cosas como: "Me gustaría morir diciendo ¡Mierda!", o su famosa proclama de 1930: "¡Hay que asesinar la Pintura!".
Me declaro mironiano en espíritu y a esta última proclama me acojo (no descarto hacerlo también a la anterior cuando llegue el momento), trasladándola, cómo no, al Cómic.
Aquí un ensayo de bandada de grajillas, hecho durante otro rodaje, el del corto aún sin estrenar Carbón (ya volveremos a él en otro momento).
Personalmente prefiero al Miró escultor, no acabo de pillar sus pinturas, me parecen un tanto ingénuas e infantiles. Pero yo no entiendo, dejémoslo ahí. Respecto a sus afirmaciones, je je je me pregunto si el arte es capaz de asesinar el arte. Delo que no hay duda es que su impronta pictórica arrambló con muchos conceptos encorsetados en los clásicos y el academicismo a cucharadas...
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